miércoles, 26 de octubre de 2011

Performance y leyendas urbanas

Sé que he estado desaparecida y esto está más desierto que el aeropuerto de Ciudad Real. La situación tiene pinta de seguir así, ahora mismo me estoy quitando tiempo de corregir fisiología por publicar en el blog. Baaaah...

No puedo novelar la práctica de hoy de anatomía. No tengo un hilo conductor salvo el del chascarrillo. Así que voy a poner con lo que me quedo de la práctica de hoy:

- Las taquillas mohosas. Una vez estuvieron a punto de caérsele encima a una chica. Yo lo vi, estaba en las escaleras de frente, pero cuanto más lo digo, más suena a leyenda urbana.

- Los 20 minutos de espera. Algunas veces pienso que esto es un experimento al estilo del de la obediencia. Un experimento sobre la credulidad. Meten unas poleas hidráulicas en los cadáveres y a ver cómo reaccionamos. Nos graban y ven qué opinamos, ven nuestras aspiraciones.

Si no, no le veo sentido a esperar 20 minutos con un frío húmedo de formol.

- El ofrecimiento para venir por la tarde de Vesalio y las risas de los bedeles diciéndonos que nos va a abrir el de abajo, que ellos no se quedan hasta las tantas.

- El grosor de la pared abdominal

- El chasquido de las costillas al ser podada. Suena como aplastar cucarachas con tijeras de podar.

- El líquido que salpica cuando traccionas de las costillas al cortarla.

- El momento en el que han enganchado con los alicates de comer langostas gigantescas el estómago y nos ha estallado el polvo graso amarillo."Ahí os lo dejo"

- El corte con el bisturí y el rumor de cómo había sido.

- El olor putrefacto de la materia intestinal, que duele en los ojos

- Los epiplones inexistentes porque al tío le habían operado ochocientas veces

- La pregunta de si era Rockefeller, ¿y quién es Rockefeller?


Una vez  me preguntaron que qué tal llevaba eso de los muertos. Creo que la gente se espera una profunda respuesta moral con altos niveles de asco y rechazo integral. Eso y anécdotas gore. Y cuando dices mweeeeh sientes que has sumado una decepción en la vida de mucha gente. No digo que no impacten, pero después de un año, cuando piensas que puedes estar durmiendo en vez de llenándote la mano de grasaza, te dan algo más igual.

Uno cosifica. Especialmente, me supongo, en una carrra como esta. El otro día un amigo nos contaba que operando él decía "da igual lo que le hagas, total, está dormido y no lo va a sentir. Si se puede arreglar, ¡da igual...!" Dicho así no querrías tenerle cerca ni con un cuchillo de mantequilla. Pero también en otras profesiones, por ejemplo, un conocido me contó que sus amigos controladores aéreos, pensaban en los aviones como si fuera una especie de Tetris.

Sólo que si la barra se tumba, se revientan personas.

Al menos ellos no se manchan las manos literalmente.

De anécdotas gore, sí, tengo un montón. Y no, esas no decepcionan a nadie. Sorprendentemente, la gente tiene un infinito interés en conocer cómo estuvo a punto de caérsete un cadáver.

El caso es que espero que el próximo día sea todo más organizado. Me siento absurda durmiendo tan poco que todo resulta una copia de una copia de una copia para que todo acaben siendo leyendas urbanas dignas de un libro de Palahniuk.

Si algún día termino algo de lo que escribo, meteré esta escena y se lo dedicaré a este hombre, el único capaz de darle un sentido a una historia en la que alguien pierde medio intestino.

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