sábado, 3 de marzo de 2012

Un añito

Este blog, hace poco que ha cumplido un año.

Para mí el blog hace años cuando termino los exámenes. Y como esta vez los he terminado en Marzo, pues en Marzo.

El blog surge de un deseo de contar la vida de un estudiante de medicina sin edulcorantes ni viajes épicos. Es decir, todo lo contrario a los libros sobre médicos que se vuelcan en la medicina y arriesgan sus vidas por un saber. He intentado explotar lo tétrico, tosco y rancio que tiene la medicina, para contraponerlo a las historias de mariposas y bisturí.

Y sí, la medicina (o al menos la faceta que conozco ahora) tiene mucho de tétrica, tosca y rancia. Es absorbente e intrigante, está llena de recodos llenos de información. Es agobiante y asfixiante, se enrosca a tu pecho como tuberculosis, asma. Le gusta verte llorar. Te sigue por los pasillos, pegada a tus pies como un velo de biofilm, huele a compost fundido, a polvo, a químicos. Es de color azul pálido, el reflejo de los fluorescentes.

Ahí estás, todas las mañanas levantándote. Con anemia. Produce lluvia durante tres horas seguidas, llena 1000 palabras en una hora. Sabes el esfuerzo de escribir. Sabes el valor de 1000 palabras. Plantéate una trombosis. Ahí sigues. Intenta entender esas 1000 palabras, grabarlas en tu cerebro con muescas en un chip. La textura blanda, suave y lúbrica de tu cerebro. Los libros con las páginas despuntadas y las tapas ásperas. Las mesas con la superficie irregular, acuchilladas del uso.

El conocimiento. El conocimiento profundo y líquido, en una cueva de calizas. Por eso sigues. Por pasar tu mano sobre ese agua prehistórica y poder entender por fin.

Así que me he dado cuenta de que hay más que las clases con las paredes color blanco incendio.

Pero no voy a explotarlo, porque yo comparto mi privacidad. No mi intimidad.





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