miércoles, 23 de marzo de 2011

Mi sangre

Llevo una semana muy sanguínea.

El viernes, como ya comenté, hicimos prácticas con sangre de ratón.

Hoy hemos vuelto a ver los eritrocitos, las células simpáticas. Me sé la vida y milagros de esas células, y eso que hay de 4,4 a 5,5 millones en el cuerpo (creo recordar) que se destruyen y forman cada 120 días.

El martes, fui a donar sangre. Fue una mezcla entre un cuento de Teo y un relato postmoderno. El cuento de Teo fue porque no se creían que pesara más de 50 kilos. Lo cual, es un cumplido. Por si alguien se pregunta la norma de pesar 50 kilos es porque el volumen de plasma total en un cuerpo humano equivale al 7,5% de su peso. Da igual que midas metro cincuenta o noventa, la diferencia está entre 50 y 70 kg

50: 3.75L
70: 5.25L

Por eso las dos enfermeras se esperaban que acabara desmayada y me inflaron a zumos, coca-colas y botellas de agua. Como me explicó mi amigo sanitario (le llamaremos así por las titulaciones que tiene), es una hemorragia controlada, pero hemorragia, y al bajarte tanto el nivel de la sangre puede darte hipovolemia lo que conlleva a una deshidratación también conocido como caerse redondo.

Estaba tumbada en esas sillas, con una vía tibia que salía de la cara interna del codo hasta la muñeca. Esta se movía con mi mano, bombeando mi propia sangre. La ventana daba al metro y yo me sentía bombeando a la gente que entraba y salía, con una ligera parestesia. Fue un estado de relax y meditación que me hace pensar en cortarme las venas cada vez que quiera pensar. Cuando me dieron la segunda coca-cola, desestimé esta idea.

Lo que sí sigo pensando es que donar sangre es una historia arquetípica. El gancho de "eh, ¡donemos sangre!". El nerviosismo. El conflicto inicial de decir "¿dono o no?". La decisión que supone ir a donde el médico que ve tu historial asmático y anticonceptivo, te pincha en un dedo y dice "apta", justo después de que tu sangre se haya esparcido por una tablita para medir el hematocrito. El dolor al ponerte la vía. El punto medio cuando tus amigos preguntan por ti y las enfermeras les contestan que aún no te has desangrado. El segundo plot point al quitarte la aguja, ¡ni que te hubieran taladrado el puto brazo! ¡Ni parestesia ni ostias, antes no sentía la mano, prefería tenerla así! La botella de agua que te bebes mientras recuperas la sensibilidad. El miedo a levantarte y caerte. Ese momento en el que te levantas y te sostienes. Esa sensación extraña de levedad. Y por último el desenlace en el que te bebes la coca-cola y tus amigos te dicen lo valiente que has sido.

Una historia de, ¿generosidad? En mi caso creo que de autosuperación.

Como en el caso de mi amiga y su nitrógeno ureico, su HTC y su glucemia. Ella también está viendo ahora mismo su sangre analizada.

A mí me llegan en dos semanas.

Hoy, también me han dicho que mi sangre tiene ganas de desarrollarse. Que tiende a algo que no le estoy dando y por eso sufro. Lo más parecido a esa dolencia que he encontrado, es esto:



Ella sabrá por qué lo pintó. Yo sé por qué lo escribo.

1 comentario:

  1. Hola, soy yo, tu otro yo de las antípodas. Me da pereza iniciar sesión y no estoy desde mi ordenador... (EDITO: Me obliga a iniciar sesión, así que... hola.)
    Solo decirte que Frida Kahlo es mi pintora favorita. Mi gata se llama Frida.
    Todo concuerda.
    Te quiero.
    (Pero menos que Álex) (y a él también le quiero, por cierto)

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Soy algo más visual...

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